Dale recuerdos a Lola
- Julia Carrillo

- 20 may 2017
- 2 Min. de lectura
Tras una semana de trabajo y cansancio acumulado, no sólo laboral, llegué a casa con la energía baja pero decidida de quien cree que ya es hora de tomar las riendas de la propia vida.
Estábamos Lu, Lis y Lolah, para servirles (sí, lo sé, podríamos dar título e incluso inspiración a una película de Almodóvar), decidiendo que gama de colores iba mejor en la habitación de Lis en caso de colocar bolas luminosas. Un debate intenso. El futuro de la nación iba en ello.
Mientras analizaba el ambiente y sus tonalidades me sentí fatalmente atraída por el rojo de la librería y dejé aparte todo estudio de colorimetría. Mi instinto me decía que debía repetir algo que antaño funcionaba como oráculo en mi vida. Se trata de a ojos cerrados y guiándose por la corazonada, escoger un libro, una página y una frase al azar. Por supuesto se ha de reinterpretar lo escrito, dándole una doble lectura. Esa será la pista para encaminar tu vida en la dirección correcta hasta la próxima crisis existencial (pues al final, una siempre se desvía, para qué engañarnos).
Escogí a ciegas el guión de "Adulterios" de Woody Allen. Nada que ver conmigo en este momento, lo juro. La noche anterior me encontré en mi habitación una nota del chico al que estaba conociendo, despidiéndome sin darme ni el finiquito. Si la vida no me pone fácil ni ser fiel, ¿cómo hago yo para ser adúltera?
Contextos aparte, la frase que escogí decía: "Dale recuerdos a Lola" (había algo más escrito pero hay que saber extraer el jugo en este juego. Jugo, juego. De palabras). Era justo lo que necesitaba leer. Mi predisposición fue lo que me llevó a ello. Mis amigas consultaron igualmente "el oráculo" y sólo les salieron gilipolleces. Tal cual.
En mi caso, tanto canalizar energía repitiendo que quería volver a escribir, pues tenía abandonada a mi Lolah a causa de la procrastinación, desembocaba en el final de mi pintoresco día con la recepción de un mensaje que me empujaba a ello. No podía ser simplemente un whatsapp del clásico amigo/coach que no tiene ni puta idea, pero siempre te anima. No, no, no... Tenía que ser Woody Allen y sus Adulterios (de los que mejor no hablar).
La verdad es que estar conociendo a alguien era demasiado trabajo añadido (sobre todo para él, ya que Lolah y yo somos dos en uno. Por eso la extrañaba tanto). Aparqué mi creatividad. Por otra parte el trabajo me está agotando, pero le quedan las horas contadas. Necesito un trabajo que genere energías renovables, que me alimente el alma.
Acechan cambios. Lolah vuelve y va armada; tiene plumas nuevas. Eso es tener la posibilidad de escribir y volar al alcance de la mano.
Disculpad si os he contado mi vida, pero qué esperáis de un blog con nombre propio. Total aunque yo soy yo y tú eres tú, nuestros sentimientos son universales. No me sigas; únete.




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