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La magia del NO

  • Foto del escritor: Julia Carrillo
    Julia Carrillo
  • 9 feb 2018
  • 2 Min. de lectura

La felicidad no se pronuncia siempre en positivo. Aprender a decir no a lo que no nos convence, compensa o aporta, es fundamental para al menos rozar esa felicidad. La objetividad o detectar cómo es la realidad de las situaciones y de las personas que nos acompañan, es la clave. A menudo miramos a través de un cristal optimista que deforma esa realidad. Vemos en esas situaciones y personas lo que pueden llegar a ser en vez de lo que son. Pero lo que es, es lo que hay, amigo. Cada uno tiene su propia guerra.

No te quedes sentado sufriendo porque la película que has pagado por ver es una mierda y no cumple tus expectativas. Lo mismo tiene un giro final acojonante, pero si llevas ya una hora y media comiéndote una bazofia, no lo esperes demasiado. Mejor levántate, sal de esa sala y pon tú mismo el final a ese film. Siempre podrás elegir otro menos previsible y aburrido. "La esperanza es una puta que va vestida de verde", decía la canción.

Dejemos de lado todo ese humo que nos venden de positividad y buen rollo para conseguir una humanidad que vaya de la manita. Como te toque un cabrón al lado lo mismo te rompe los dedos. Dejemos de sentirnos obligados a practicar el buenismo y justificar a los demás pues, quizás son así de cabroncetes, decimos, "porque es que lo han pasado muy mal". Ser empático está bien, pero no por ello hay que olvidar ese delgado hilo entre buenos y tontos. Es muy fácil tropezar con él, golpearse la cabeza y arrastrar las secuelas de por vida. Midamos la realidad tal y como es, no con el metro de caracol de regaliz del mundo de la chuchería, ese que nos venden los gurús oportunistas de la modernidad. Mirémosla a los ojos. Si nos está faltando y hay que darle un empujón para apartarla, démoslo.

No te fatigues por ser feliz en un lugar que sabes que no es tuyo ya que has intentado habitarlo una, dos, tres e infinitas veces. El giro final no llegará, en serio. Esa batalla ya la tienes perdida. En el test de la vida la opción "sí a todo" nunca es la correcta.


 
 
 

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